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"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





domingo, 31 de octubre de 2010

Crisis de los elementos esenciales de la cultura

Estamos viviendo en la sociedad actual el interés por la cultura, o por todo lo relacionado con ella. Vemos como nuestros políticos se reúnen con algunos “intelectuales” y con ello parecen indicar que son progresistas, y defienden las posturas mas radicales si estas son refrendadas por los grupos “culturales” de moda. Pero yo me pregunto ¿Qué entiende la sociedad por cultura?.
Cultura es, ante todo, el mejoramiento intelectual y moral de la persona y el resultado de ese mejoramiento. Para ello debemos saber que la cultura esta conformada por tres elementos básicos, a saber: un conocimiento científico, físico y metafísico, que constituye el modo de representación y compresión del mundo; una técnica de aplicación de ese conocimiento para el uso de ese mismo mundo natural; y una forma de vida, adecuación de la conducta al orden de valores éticos. Mientras existe un equilibrio entre ellos, la persona o la sociedad que soporta y fundamenta dicha cultura va creciendo; basta sin embargo, la ruptura del equilibrio por atrofia de uno de ellos, para generar la crisis.
Si observamos la historia, a pesar de que muchos “progresistas” nos dicen que hay que mirar el futuro y olvidarse del pasado (así nos va), observamos que ningún acontecimiento histórico ha podido incidir tan profunda y positivamente en la sociedad y en las instituciones humanas como la venida de Cristo al mundo.
El Cristianismo ha aportado los elementos esenciales de la cultura. En efecto, invitó al hombre a operar sobre el Universo para dominarlo o señorearlo, como ya se dice en los primeros versículos del Génesis. Ha significado de hecho el perfeccionamiento más radical y profundo de la vida del hombre sobre la tierra; el cambio más hondo y positivo de la mentalidad y del corazón humano desde que el hombre existe.
El Cristianismo (la Iglesia) ha sido en todo tiempo la fuerza impulsora de la única cultura y civilización verdadera: del auténtico progeso de las ciencias físicas y metafísicas, de las costumbres, del Derecho, la Política y las artes. Esto es así, aunque los materialistas del mundo contemporáneo se empeñen tercamente en negarlo.
Hay dos conceptos ontológicos aportados por el Cristianismo: el de persona, que puede dar razón de si misma y el de libertad moral, esencial en la criatura humana (única e irrepetible que no puede ser explicada racionalmente sin tener en cuenta la razón suprema de su existencia: el amor), que puede tomar decisiones haciéndose responsable de ellas.
Esta influencia del Cristianismo durante siglos, hizo que la humanidad fuera creciendo en estatura intelectual y moral; todas las actividades se impregnaron de Cristianismo. No por ello la violencia, el egoísmo y la concupiscencia habían desaparecido, seguían naturalmente existiendo y en grandes dimensiones, pero se hallaban confinadas en el ámbito de lo ilícito, porque el juicio entre el bien y el mal se hizo muy claro en las conciencias. Sin embargo actualmente con ese “progresismo” parece que ese ámbito de lo ilícito está difuminado o, lo que es mas grave, ha desaparecido de nuestras conciencias.
La mimesis a los santos, como modelo a imitar al ser los agentes mas eficaces de la verdadera civilización, hizo progresar al mundo. Europa se convirtió en su educadora, y muy particularmente España a lo largo de la Historia Moderna y a partir de la revolución protestante y racionalista. ¿Acaso es que de tanto mirar al futuro hemos perdido esta perspectiva? Pues tengamos cuidado de no perder también la herencia cultural que podemos y debemos dejar a nuestros hijos.
La absoluta marginación de la metafísica (como parte de la filosofía que intenta comprender al ser humano y a la realidad de sus manifestaciones), el imperio del pragmatismo jurídico y la desaparición de toda autoridad, ha llevado a nuestra sociedad la grave crisis espiritual que padecemos.
La grave crisis espiritual del mundo consiste hoy, principalmente, en la absoluta marginación de la metafísica, en el imperio del pragmatismo jurídico y en el consiguiente barrido de toda autoridad. La sociedad del mundo actual está desorientada y corriendo muy deprisa hacia ninguna parte, porque no pone en relación los hechos con los objetivos, con fines; solamente adora los hechos; y cuando los medios no se ponen en referencia a aquello para lo que son medios, pierden su propia razón de ser; de manera que, por perfectos que sean técnicamente, dejan absolutamente vacío el espíritu del hombre.
Este vacío espiritual no enriquece al ser humano, ni las nuevas tecnologías conducen a la sabiduría, ni la cultura se incrementa con los programas televisivos. No es este el camino de la felicidad es, sin embargo, el camino de la creación de un mundo yermo e infrahumano, triste y angustiado, donde el empleo de los adelantos técnicos, médicos y de todo tipo, se emplean de forma brutal y despiadada contra la sociedad. “Apenas queda gente que aprecie la Verdad, el Bien y la Belleza, que son elementos esenciales y constitutivos de la verdadera cultura y de toda la posible humana felicidad” (Álvaro Maortua).
No hay razón alguna para esperar la ansiada recuperación espiritual y moral, mientras no seamos capaces y estemos decididos a no dejarnos someter a este mundo mítico y pagano que estamos construyendo. La esperanza es patrimonio del Cristianismo y a el me acojo como única y real fuerza que me permita creer, aún, en el amor de todos los hombres. La historia sigue siendo ejemplo de la recuperación del hombre a los principios básicos de la esencia cultural del Cristianismo. Que así sea.

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