Una demanda muy característica de
los ciudadanos provistos de cierta cultura y que, además, no participan
directamente en la política partidista, es la de ser objetivos en nuestros
planteamientos. La demanda de ‘objetividad’ y de ‘neutralidad’ es, sin embargo,
una pretensión ilusoria, cuando esto se pide a los políticos. Los actores
políticos no pueden ser nunca objetivos dado que se encuentran subjetivamente
inmersos en un partido y, por lo tanto, se apoyan en una ideología afín entre
sus afiliados, cuya aspiración es la de ejercer el poder para desarrollar su
programa. Todos los que no tengan esa afinidad son sus adversarios. En sus
actividades, los políticos o luchan por conquistar el poder, o luchan por
conservarlo frente a los que representan una amenaza para ello. Como no son
neutrales, tampoco pueden ser ‘objetivos’. Por cierto, es muy poco probable que
los políticos digan la verdad, por las mismas razones por las que no pueden ser
objetivos. La verdad del político es siempre relativa puesto que siempre estará
circunscrita a lo que su partido piensa, hace o proyecta.
Estos últimos días hemos
asistido, a través de los medios de comunicación, a diferentes puntos de vista
sobre lo sucedido en las últimas elecciones al Parlamento de Andalucía el
pasado 2 de diciembre. La principal consecuencia de esas elecciones en la
comunidad más poblada de España es que, tras casi 37 años de gobiernos del
PSOE, Andalucía será gobernada por la derecha. Una expresión, “derecha”, que
debería marcar ciertos matices a la hora de tratarla con desprecio e incluso
con insultos por los que han perdido las elecciones. Digo “perder”, en su
acepción más clara, cuál es la dejar de tener aquello que se poseía. Y es que
perder, cuando se ha tenido tanto poder durante tanto tiempo, resulta
claramente desolador y angustioso, sin embargo, es ahí donde se pone de
evidencia la personalidad del perdedor y del ganador. Los que han malogrado su
señorío, su pujanza, su mando en Andalucía, la izquierda en su totalidad, no
son capaces de reflexionar ante esa situación, y han tomado el camino de
descalificar, insultar, ofender e incluso incapacitar a la derecha a tomar el
relevo del mando en plaza. Son claras muestras de su falta de objetividad ante
lo acontecido. Lo perverso es que tildan de incorrecto el acuerdo firmado por
PP-Cs y, más aún, el acuerdo PP-Vox, y sin embargo nunca lo han hecho con los
acuerdos pactados con independentistas, batasunos y nacionalistas, cuyo único
fin no era el bien de los españoles sino el derribar al gobierno de Rajoy, menos
manejable y proclive a sus intereses, y poner en su lugar a un tal Sánchez que,
por su situación de minoría, es más manejable y propenso a concederles lo que
ellos están deseando, la ruptura de España.
Esta falta de objetividad, neutralidad
u honradez, también la vemos en uno de esos partidos del acuerdo al Parlamento
de Andalucía, calificados por la izquierda como la derecha. Hablo del partido
naranja, Ciudadanos, que desde su fundación se ha autocalificado como centro, capaz
de dialogar con todos, consensuar y reunirse sin pedir pedigrí alguno. Así lo
demostró, sin poner ninguna pega, al reunirse con Podemos, en sus acuerdos con
el Psoe de Sánchez. Sin embargo, ahora se rasga las vestiduras por el acuerdo PP-Vox,
un acuerdo que es lo que le permite a Ribera tocar poder en el futuro gobierno
andaluz, algo que hasta ahora no había logrado. Son muchos los que se han
preguntado si lo que quería Cs era romper negociaciones, con esa asqueada
postura de no verse junto a Vox, quedar libre y pactar con Psoe y Podemos de
Andalucía, donde se siente tan a gustito, no en balde la izquierda lo ha
considerado siempre como su “socio preferente”. Como la virtud, el
autodefinirse como centrado o no, no se adquiere con el conocimiento, sino que
requiere el hábito. Ya lo decía Aristóteles, al enseñarnos que la virtud no
viene directamente del conocimiento, sino que requiere el hábito y que la
felicidad no es un estado sino una actividad.
Si de algo se está sacando
conclusiones por parte del pueblo sensato y “pensante”, es de quién es quién en
el panorama político español. Quién está dispuesto a sacrificarse por el bien
común y quién quiere solo permanecer en el poder, quién está dispuesto a
dialogar con todos, dentro de los parámetros éticos y morales, y quién quiere
solo poner cordones sanitarios para que el pueblo español no tenga capacidad de
elegir lo que más le conviene. Para ser objetivos se debe tener una visión
objetiva de los hechos y procesos, en este caso políticos, escuchando a todos
con apertura mental y teniendo siempre presente que dos, o más, mentiras, no
hacen una verdad. Tildarse de centrista es no tener una posición política
definida y, además, presenta los mismos problemas que dificultan la objetividad
en las posiciones de “izquierda” o de “derecha”. El conocimiento de la verdad
es muy difícil, en cualquier campo, pero sobre todo en uno como el político en
que hay muchas mentiras, muchos intereses contrapuestos, prácticamente ninguna
neutralidad y objetividad. La verdad es esencial en una política motivada
realmente por la búsqueda del bien de la sociedad en su conjunto. Ello es y
será bastante utópico con esta política que los partidos ejercen.
José Antonio
Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Blog:
http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter:
@japuigcamps
Publicado 12-01-2019
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