No
descubro nada nuevo si digo que España está pasando, desde hace muchos meses,
el peor periodo de su corta vida democrática. Un periodo donde el odio, el
rencor, la vaciedad y los agravios están poniendo a prueba la unidad del
Estado. Un periodo donde, como dice Proverbios, la necedad divierte al
insensato y la insensatez le es alegría al falto de entendimiento. Para
Proverbios hay tres clases de hombres: el sabio, el necio y el simple o
inexperto, siendo el sabio el que conoce la Palabra y la aplica, el necio el
que cree que no necesita esa sabiduría, pues con la suya le alcanza, y el
inexperto que es quien no sabe cuál escoger. El necio no tiene falta de
capacidad mental, sino que usa mal esa capacidad; está demasiado convencido de
su valía. Las necedades están saturando nuestras vidas, alimentan los memes en internet y llenan la
vacuidad de los mass media. Lo peculiar de los necios es que son moralmente
peligrosos; la confluencia de tanto necio es la que ha logrado que nuestra
sociedad acepte cosas que son inmorales y que el relativismo se imponga,
haciendo a un lado los principios, que según Dios, nos harán felices. El necio
cree que sus opiniones son verdad, no escucha, no aprende de otros y su
estupidez es notoria. Es impulsivo, al no actuar por principios sino por la
conveniencia inminente que le ofrece aquello que desea. Se considera el dios de
su vida, sordo a cualquier consejo que vaya en contra de su pretensión.
Si
en alguna actividad se muestra con mayor claridad que la necedad divierte al
insensato es en la política y, en España, tenemos un gran repertorio para
observar insensatos ¿Acaso no es insensatez aplaudir, e incluso celebrar, que
tengamos un gobierno fruto del pacto con los enemigos del Estado y no del deseo
de las urnas?, urnas que precisamente algunos de los que han apoyado la
investidura del nuevo presidente se desgañitan e incluso agitan al populacho para
ponerlas, eso sí, y romper la unidad de España ¿No es acaso imprudencia
aceptar, sin ningún tipo de agitación popular ni noticiario alguno, que la
señora esposa del presidente del gobierno español haya sido contratada por la
prestigiosa institución privada española, Instituto de Empresa (IE), sin más
mérito que ser quién es? ¿No es una necedad poner en sus manos el control del
nuevo Centro África, cuyo objeto nada más y nada menos es la “promoción del emprendimiento, la innovación,
el liderazgo ejecutivo y el desarrollo de proyectos de acción social en el
continente africano”, con su misterioso currículum?, misterioso, dado que
ninguna de las instituciones con las que mantiene relación en la actualidad
figure ni tan siquiera una relación básica de titulaciones académicas. Que
habría hecho la izquierda populista, con los socialistas a la cabeza, si en
lugar de la señora de Sánchez hubiese sido la de Rajoy o Casado.
Pero
aquellos insensatos, que aplauden la envestidura del nuevo presidente, que
aceptan sin rechistar los desmanes de sus decisiones, los nombramientos de los
áulicos y la aceptación de las ofensas a los símbolos de la patria, deberán ir
preparando el discurso que tendrán que dar a sus hijos cuando reciban como
herencia una España teñida de separatistas, chavistas, inmigrantes
descontrolados, agresores a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado,
pérdida de valores y un gran etcétera, que está ya produciendo una nueva clase
de ciudadanía. Una ciudadanía donde el analfabetismo, la incultura y la
ignorancia, a la vista del nuevo preboste de la política y sus enchufados en
empresas e instituciones, ya no se vive como una vergüenza, ahora se presume de
no tenerla. Analfabetos, de la peor estirpe, que han tenido acceso a la educación
y oportunidad para una buena formación pero prefieren seguir el ejemplo de la
nueva oligarquía política. Una nueva ciudadanía donde la televisión se va
haciendo cada vez más a su medida, programas pensados para gente que no lee,
que no entiende y que pasa de la cultura. Borrachera de carcajadas de aquellos
faltos de entendimiento. Unos insensatos que, con su aceptación y divertimento,
están forjando una España superficial, frívola, elemental y primaria. Una nueva
clase que precisamente será dominada por su analfabetismo y su incultura.
Ciudadanos que se creen libres y están al servicio de la oligarquía que los
está formando.
Pero
siempre hay un horizonte abierto para esa otra clase que aspira a algo más. Una
clase que está dispuesta a mostrar la realidad de la vida, a sacrificarse y romper
con tanta vaciedad y falsos compromisos, a creer en los méritos y no en
nepotismos. Una nueva sociedad que nunca se conforma con las migajas de
libertad y complacencia que, a través de medios de comunicación y discursos
populistas, se van sembrando. Gentes que confían en la familia, el trabajo bien
hecho, la amistad sin prestaciones, la fuerza del esfuerzo y la entrega
solidaria. Una ciudadanía que está dispuesta a hacer frente a esa nueva casta
política, llena de mediocres, cortesanos y palaciegos, butrones para el acceso
rápido a los puestos del poder. Una población española capaz de desenmascarar a
tanto tartufo que pretenden, como en la obra de Moliere, engatusar mediante el
engaño y conseguir lo que quieren. Este nuevo horizonte hará que los insensatos
sufran con los necios.
José Antonio
Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Blog:
http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter:
@japuigcamps
Publicado 19-08-2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario