Estos
últimos días hemos ido conociendo sentencias judiciales de casos tan famosos
como: el caso Gürtel o el caso Nóos. Dos sentencias judiciales que han dejado perplejas
a muchas personas. Me explico, en el primer caso se condena a Milagrosa
Martínez a nueve años de prisión por el trato de favor al grupo Correa y amañar
contratos del expositor de la Comunidad Valenciana en Fitur; en el segundo
caso, se absuelve a la infanta Cristina (considerada responsable como partícipe
a título lucrativo) y se condena a su esposo Iñaki Urdangarin a 6 años y 3
meses de cárcel (una rebaja considerable de los 18 años que pedía el Ministerio
Fiscal) por prevaricación, malversación de caudales públicos, fraude a la
Administración, blanqueo de capitales, falsedad en documento público, falsedad
en documento mercantil y dos delitos fiscales. Es decir, por un trato de favor
y amañar contratos 9 años. Por malversar caudales públicos fraude a la
administración, etc., etc., 6 años; y la infanta sin condena alguna.
Sin
ánimo de crítica, sino tan solo de perplejidad, me ha llamado la atención que
aparentemente menos culpas, produce más castigo que otras en comparación mayor,
por lo menos bajo el punto de vista del Ministerio Fiscal. Si la justicia es, según
John Rawls, la primera virtud de las instituciones sociales, no se puede
entender que juzgue de manera distinta según quién sea el sujeto a sentenciar.
Llegados a esta cuestión, el pensamiento humano se pregunta si es justo que lo
justo sea obedecido, aunque, ciertamente, sería poco justo entrar en ésta
dinámica laberíntica que se va alimentando de la propia incoherencia de la
justicia. Es mejor, por lo tanto, evitar dinámicas aviesas y aceptar que lo
conveniente es obedecer, porque son leyes; al igual que hay que obedecer a los
superiores, a la autoridad, etc., no porque sean justos, sino porque son
superiores, autoridad, etc. Así, se hace comprender y se evita toda rebelión
que, en el fondo, es la definición misma de la justicia humana.
Al
plantearnos si la justicia humana es justa, la mayoría pensará que no. Esa
mayoría acierta. La justicia humana es “justitia hominis”, la de devolver bien
por bien y mal por mal, que fundamentada en el egoísmo y el orgullo produce
como fruto la frustración. La justicia divina es “justitia Dei”, la de devolver
bien por mal, y tiene como esencia y fundamento al amor; su fruto en nosotros
es la fe. La justicia humana no es por completo lo justo, ni toda la justicia
que buscamos. Consistiendo la justicia en lo justo, en lo igual y en un cierto
medio –ni en un extremo ni en otro-, Aristóteles establece que lo justo sólo
puede ser lo justo entre ciertos seres, lo igual no puede ser igual sino para
ciertas cosas, y el medio sólo puede ser el medio también entre ciertas cosas. De
aquí se deduce, que la justicia y lo justo son relativos a ciertos seres y a
ciertas cosas. La búsqueda de la justicia humana se podía comparar al uso de
unas muletas que aseguran el paso en el camino hacia la búsqueda de la justicia
divina, en la búsqueda de la plenitud del amor.
José Antonio Puig Camps.
AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Twitter: @japuigcamps
Publicado 22-02-2017
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