“La
falta de amor es la mayor pobreza.” Esta frase, de la madre Teresa de Calcuta,
me ha venido a la cabeza cada vez que escucho, veo o leo la multitud de casos
de desamor que empañan la convivencia de las personas. Constatar el tremendo
sufrimiento que la pobreza espiritual y material causa a nuestra sociedad
global debe hacer reflexionar a cada uno de nosotros. Pero debe ser una
reflexión que nos llegue a lo más profundo de nuestros corazones: ¿Cómo puedo
seguir viviendo sin dar al prójimo parte de ese amor tan grande que he
recibido?
El amor
como valor es el único que considera la esencia del bien y del mal. El amor es
intangible. El amor nos da paz, tranquilidad, alegría y por ende un bienestar
en el ser humano. El amor hace que actuemos en continua locura. Pero para
alcanzarlo debemos de partir del amor a sí mismo. Este es el punto de partida
desde el cual una persona encuentra el propio respeto a sí mismo y, en virtud
de ese respeto, se relaciona con el prójimo; un amor que nos hará sentirnos
capaces de compartirlo y, consecuentemente, de hacer brotar un amor como
ofrenda y con la capacidad de corresponderle saliendo de nosotros mismos como
deudores del amor. A medida que vamos cubriendo esa deuda, la caridad se hace
respuesta en nosotros y rompe el egoísmo y la agresividad propia del desamor.
Para
estar verdaderamente vinculados al amor, éste, no debe ser considerado como una
actividad o servicio, sino que debe ser toda nuestra persona la que se entregue
y ame; un amor que nos obliga a responder de manera omnímoda y nos llevará al
amor oblativo que es la perfección en el camino del amor, que empieza por el
amor a sí mismo, después por amar a los otros como nos amamos a nosotros y, finalmente,
amar a todos, también a los enemigo, y amar hasta dar la vida. Podemos decir
que son los distintos caminos del amor que llevan al ser humano a amar
incondicionalmente. Es en definitiva la gracia que Dios nos regala para amar a
su estilo.
Pero
todo camino encuentra obstáculos que debemos saber sortear para llegar al amor
incondicional: la soberbia, el egoísmo, la agresividad,…, son obstáculos que
nos impiden amar y ser amados. Es importante meditar cada día sobre nuestros
comportamientos si queremos solucionar las espinas que vamos dejando en nuestro
recorrido. No somos perfectos, sin embargo en un mundo tan perfectamente
imperfecto, la mayor parte de la gente ha tenido que aceptar que perfecto no
siempre significa sin defecto. La forma en que medimos la perfección está
directamente unida al amor con que miramos a la gente. Como dice, en su “Canto
espiritual”, Joan Maragall: "Hombre soy, y es humana mi medida para cuanto
pueda creer y esperar. Si mi fe y mi esperanza, aquí se quedan, ¿haréis de esto
una culpa, más allá?
El tema
de la perfección cristiana, como unión sobrenatural o espiritual con Dios, es
un asunto teológico tan volátil que la mayor parte de los predicadores rehúsa
aventurarse a tratarlo, el alcanzarlo ya no dependerá de nosotros sino de la
gracia de Dios. En este mundo tenemos una perfección relativa compatible con la
presencia de las miserias humanas y pasiones rebeldes. Reconocernos imperfectos
es un acto de humildad, un camino que nos tiene que mantener alerta ante los
obstáculos que vamos encontrando en nuestra vida. Más aun, conocer como somos,
nos permite redimirnos del dolor que puede causar nuestra imperfección en el
entorno próximo en que vivimos y darnos cuenta de todo lo que nos falta para
seguir ese camino de entrega y de amor.
San
Pablo, en una carta a los Corintios (13:4), hace una magnífica exposición del
amor: “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace
alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no
se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia,
sino que se regocija con la verdad.” Lo contrario del amor, no es el odio, es
el miedo a amar. Si no estás acostumbrado a ser amado, serás incapaz de amar,
serás incapaz de abrir tu corazón a los demás encerrándote en ti mismo y, cómo
consecuencia, a no permitir conscientemente que te amen. Esto nos llevará a
estar constantemente a la defensiva, a vivir con desconfianza, con miedo, y a
vivir con la mayor pobreza: la falta de amor.
José Antonio Puig Camps.
AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Twitter: @japuigcamps
Publicado 23-11-2016
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