Todas las mañanas doy, a través de mi ipad, una ojeada a los
periódicos digitales y siempre observo en sus noticias la misma postura: los
gobiernos dicen algo (económico, social, cultural o político) y siempre salen
otros, economistas, sindicatos, artistas o partidos políticos, indicando lo
contrario y mostrando fervientemente su desacuerdo (sobre todo los sindicatos).
No existe un punto de encuentro, no existe capacidad de encontrar un acuerdo un
punto común al problema de turno. Posiblemente deberíamos volver al año 20 a. C.
don el rey Herodes inició grandes obras de renovación y casi de reconstrucción
del templo de Jerusalén (el segundo templo que había sido construido después
del exilio).
En el citado templo, además de las áreas reservadas a los
miembros del pueblo de Israel (hombres, mujeres, sacerdotes), había un espacio
en el que todo el mundo podía entrar: judíos y no judíos, circuncidados y no
circuncidados, miembros y no miembros del pueblo elegido, personas entendidas
en la Ley y personas no entendidas. En ese espacio se reunían rabinos y
maestros de la ley dispuesta a escuchar las preguntas de la gente sobre Dios y
a contestarlas mediante un intercambio respetuoso y compasivo. Este era el atrio de los gentiles o paganos (en
latín el “atrium gentium”) un espacio
que todo el mundo podía recorrer y permanecer sin distinción de cultura,
lengua o confesión religiosa. Era un lugar de encuentro y diversidad.
El Papa Benedicto
XVI, en su Discurso a la Curia romana (21 de Diciembre de 2009) ya lo dijo al
pensar “que para nosotros,
creyentes, es muy importante que sean acogidos todas las personas que se
declaran agnósticos o ateos”, sigue matizando mas la idea, indicándonos que
“Cuando hablamos de una nueva
evangelización, es posible que estas personas se alarmen. No quieren sentirse
objeto de una misión ni renunciar a su libertad de pensamiento y de voluntad”.
Establece que la presencia de Dios está también en ellos aunque no quieran
percibirlo. Piensa Benedicto XVI en que “la
Iglesia debería abrir una especie de "atrio
de los gentiles" donde los hombres pudiesen, en cierta manera,
acercarse a Dios sin conocerlo y antes de haber encontrado el acceso a su
misterio, a cuyo servicio está la vida interna de la Iglesia”.
Si a esta actitud del Pontífice, cambiamos “agnósticos o
ateos”, por “diversidades culturales, políticas, religiosas o sociales”.
Cambiamos “evangelización” por “asunto de interés colectivo” y el de “Iglesia”
por “Sociedad”, sería un mensaje, que cualquier ser humano con deseo de concordia
y dispuesto a “tirar del carro” para salir de este atasco de valores en el que
estamos TODOS sumidos, lo aceptaría. ¿Instauramos, pues, de nuevo ese lugar de
encuentro?
Autor José
Antonio Puig Camps (Grupo de Estudios de Actualidad)