El paso del tiempo muestra, a quienes cruzamos
hace años la línea de la juventud, cuan infantiles hemos sido al tomar las
cosas banales como importantes y las importantes como intrascendentes. Giro la
vista atrás y recuerdo una juventud donde el sentido del ridículo afloraba en
cualquier cosa que fuéramos hacer. Tal vez, por eso, nuestros deseos de
juventud quedaban inhibidos ante la posibilidad de que fueran inadecuados,
frívolos o ridículos.
Si la prohibición ha sido la alerta que
nos ha prevenido de acometer actos punibles y castigables, el sentido del
ridículo nos ha alertado a llevar un comportamiento cívico y prudente. El miedo
a una situación humillante ha sido, hasta ahora, la alerta roja en el devenir
del ser humano. El protocolo de conducta, que la sociedad nos ha demandado, ha
estado unido inexorablemente a la forma de vivir de cada uno. Sin embargo, a la
vista de los acontecimientos que se sufren a diario, ni la prohibición ni el
sentido del ridículo van a tener cabida en este mundo relativizado.
El pasado día tres de septiembre, el
grupo parlamentario de Podemos en las Cortes autonómicas de Valencia, registraron
una iniciativa parlamentaria en la que piden la derogación de la norma que
obliga al decoro en la Cámara, norma aprobada y publicada en el BOCV en abril
del 2012. Así las cosas, el marco en que se establece la prohibición de que
diputad@s usen pancartas o camisetas ofensivas, y a los invitados gritar o
interrumpir en los plenos, tiene los días contados.
Hechos como el anterior, que por
desgracia los vemos repetidos con demasiada frecuencia, muestran que palabras
como honor, respeto, dignidad, decencia, etc., etc., propias de la buena
educación, solo están sirviendo para escarnio de quien las utiliza. Todo debe
estar permitido y ese, y no otro, debe ser el lema que el “progreso actual de
las formas” debe utilizar y propagar para ser modernos. El desvarío ha
sustituido al desvelo. Lo ridículo, lo grotesco y lo extravagante, ha
desbancado a cualquier protocolo de comportamiento racional existente. En pocas
cuestiones se ha manifestado tanto la capacidad de los adultos, presuntamente
cuerdos, para polémicas infantiles, como el empeño de justificar sus malas
acciones echándole la culpa al otro. Es aquí donde debemos poner el acento.
La emulación que las nuevas generaciones
hacen, para competir o rivalizar con sus mayores, es un claro precedente de sus
futuras e inmediatas actuaciones. Cada día están viendo cómo sus predecesores,
los que deberían ser el ejemplo a seguir, muestran su altura moral en sus discrepancias
entre sus palabras y sus hechos. La falta de recato, en decir y hacer una cosa y
al poco tiempo la contraria, sin ni siquiera sonrojarse, muestran la ruindad y
bajeza de nuestros representantes. Si esta es la muestra de las convicciones
morales a seguir, no es de extrañar que sus comportamientos sean aún más
provocadores que los de sus antecesores.
La suciedad con la que nos estamos
envolviendo es cada vez más hedionda. El mundo en que vivimos es un ensuciador.
Somos cobardes y aceptamos con resignación, moralmente ofensiva y obscena, todo
lo que está sucediendo. No somos capaces de reprender, ni de amonestar, ni de corregir a quien no ha aprendido a ser
educado, a quien no ha aprendido a convivir. Queremos ser felices, pero ¿a
costa de qué?
Tenemos miedo, somos frágiles y, lo peor,
nos protegemos con nuestra fragilidad. No queremos enfrentamientos que nos
puedan herir o situaciones que nos puedan comprometer. Sufrimos diariamente
situaciones constantes de indefensión que nos puede llevar a un sentimiento de
apatía. Necesitamos un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida, debemos
darnos cuenta que no importa que no esperemos nada de la vida, sino que la vida
espera algo de nosotros. En
última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la
respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la
vida asigna continuamente a cada individuo.
José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr.
Ingeniero y Sociólogo)
http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @JapuigJose
No hay comentarios:
Publicar un comentario