El Comité Noruego ha concedido el Nobel de la Paz a una mujer, María Corina Machado, por su lucha para que la libertad llegue a su país. Su enfrentamiento con el autócrata Nicolás Maduro trasciende las fronteras de Venezuela y es reconocido como uno de los ejemplos más extraordinarios de valentía civil en Latinoamérica en los últimos tiempos. El contexto histórico de esta distinción es digno de ser recordado, porque ayuda a medir con justicia tanto sus méritos como el acierto en la decisión de la organización nórdica.
Las elecciones en Venezuela (28 julio 2024) fueron un fraude donde el régimen chavista ha sido acusado de falsear los resultados, empleando tácticas como la manipulación del sistema electoral, la inhabilitación de candidatos opositores y el uso de recursos estatales para favorecer al oficialismo. Unas elecciones ganadas por el sucesor de la vetada Machado, Edmundo González, y negadas por el sistema chavista que dio vencedor a Maduro aplicando prácticas fraudulentas incapaces de anular los verdaderos resultados. Prácticas objeto de denuncias, tanto por organismos internacionales como por la sociedad civil venezolana, poniendo en entredicho la legitimidad de los procesos electorales recientes y añadiendo aún más relevancia a la lucha de figuras como María Corina Machado.
La mezquindad del Gobierno de España se puso de manifiesto desde el momento en que se hizo pública la concesión del Nobel a Machado con su estruendoso silencio. Toda esa izquierda española ha mostrado su silencio o sus descalificaciones, posiblemente por sus hipotecas mezquinas con el régimen chavista, a una mujer valiente que ha hecho frente a una forma de gobierno basado en la división, el miedo, el odio y el exilio, de todo aquel que no pensara como él. Una mujer que recibió el premio interpelándonos: “De España heredamos una lengua, una fe y una cultura”. Tampoco hubo una felicitación oficial de nuestro Gobierno a María Corina tras la emocionante ceremonia protagonizada por su hija en Oslo, ni un reconocimiento a su peligrosa odisea a través del mar para viajar a Europa.
Pero a Machado no le ha pasado por alto esta descalificación del Gobierno de Pedro Sánchez, en una entrevista realizada en Oslo lo criticó duramente por su falta de apoyo y liderazgo ante la crisis en Venezuela, afirmando que “la historia juzgará lo que ha faltado”, en contraste con otros gobiernos europeos que si han actuado activamente y denunciado una “evidente carencia” de respaldo del Ejecutivo español en la defensa de la democracia venezolana. Que ocasión perdida por Pedro Sánchez al no haber asumido un rol protagónico en la defensa de Venezuela, ante la interpelación que María Corina hizo de España como cuna de su lengua, fe y cultura. No ha entendido que lo que se celebraba no era solo un premio a una persona, sino un reconocimiento a una genealogía democrática en la que España está llamada a tener un papel de referencia.
María Corina ante la represión chavista no llegó a tiempo a Oslo para recibir el Premio Nobel de la Paz, pero la representó muy dignamente su hija Ana Corina Sosa, que leyó el discurso escrito por su madre. El presidente del Comité Noruego del Nobel, Jorgen Watne Frydnes, de pie y ante un auditorio de mil personas pronunció un discurso certero sobre la tragedia venezolana: “El presente de Venezuela es uno solo y es horroroso”. Un presente, donde algunos solo han querido ver una lucha contra el imperialismo o cualquier otra razón que les protegiera de sus intereses particulares. Tanto José L Rodríguez Zapatero, como Juan Carlos Monedero, u otros, agasajados por el dictador Maduro, certificaron la limpieza y transparencia de un régimen plagado de torturas, desapariciones forzadas y desmantelamiento democrático. Pero a pesar del sufrimiento y sus horrores, los venezolanos no han renunciado a la posibilidad de volver a la democracia. El Nobel a María Corina Machado les ha dado esa esperanza a ellos, y al resto del mundo democrático.